Inexorablemente,
los responsables políticos del gobierno de la Comunidad de Madrid,
en un guión marcado desde su inicio por la siempre presente
Esperanza Aguirre, nos conducen hacia la
privatización de un importante montante de la sanidad de nuestra
comunidad. Como un mantra, cual acto de fe, se nos impone la ‘única
posibilidad’ capaz de mantener nuestro actual sistema de cobertura
universal. Nuestros políticos están haciendo ‘lo que tienen que
hacer’.
En
un paso previo a la publicitación de los pliegos que
den las condiciones de privatización prevista para 6 hospitales y 27
Centros de Salud, la Consejería de Sanidad anunció hace días la
creación de una nueva y novedosa Dirección General para el control
y supervisión de los centros sanitarios privados, actuales y
futuros, que funcionan bajo el paraguas de concesión administrativa.
Y es imposible seguir adelante sin hacer una obligada mención a la
extinta DG de Salud Pública, por lo visto de escaso o nulo interés
para nuestros administradores; y a la alegórica aparición de esta
nueva DG de Seguimiento y Control de los Centros Sanitarios de
Gestión Indirecta que, como a estas alturas habrán supuesto, da
título a este artículo.
Mi
sufrido lector, probablemente colega, estará suficientemente
informado a estas alturas de los argumentos puestos encima de la mesa
a favor y en contra de las medidas de
privatización en curso…; intuyo que sobre todo conocerá las que
están a favor, porque son fáciles de recordar y no se acompañan de
ningún sesudo estudio argumental o científico que haya que leer:
‘es más barato’, ‘es lo que hay que hacer’ y ‘el sistema
público es insostenible’; por el otro lado, en contra, hay pilas
de artículos y estudios (hay que leer) que demuestran los peligros
del modelo propuesto y su potencial riesgo para el sistema colectivo
de acceso en igualdad de condiciones a la sanidad, noticias de
fracasos y rescates públicos en las experiencias previas (modelo
Alzira); en suma, evidencias hasta aburrir que demuestran que los
únicos beneficiarios de todo este trajín van a ser unas empresas
privadas (inversores privados) a la caza de pingues beneficios de
escaso riesgo y ‘con la garantía del Estado’. Algo que muchos
economistas describen como una gigantesca estafa en la que grandes
sumas de dinero público (de impuestos, de IVA, etxc.) se están
transfiriendo a manos privadas.
Pero, ¿por qué calan de forma tan fácil y extendida argumentos
simplistas como los utilizados en favor de la privatización? ¿Por
qué poco a poco vamos perdiendo fuelle y asumiendo como inevitable
la privatización? ¿Acaso no nos parecen suficientemente
contundentes los argumentos en contra como para mantener nuestras
convicciones?
Si
buceamos un poco en la historia, las medidas neoliberales aplicadas a
cualquier campo de la economía han seguido un patrón muy similar al
que estamos experimentando los países del sur de Europa (PIGS) con
la actual crisis. Naomi Klein en su ‘Doctrina
del Shock’ ya nos advertía de lo que
estamos sufriendo hoy en nuestras carnes: es en los momentos de
crisis, cuando la población se siente asustada, aturdida y
desorientada, cuando se imponen las medidas ‘impopulares’ del
recetario neoliberal.
¿Qué
los modelos neoliberales han fallado y se han tenido que rescatar
siempre con dinero público? ¿Qué sus consecuencias han sido
sufrimiento y destrucción de las clases medias y empobrecimiento
social? ¿Qué misteriosamente solo han conseguido hacer más ricos a
los muy ricos y más pobres a todos los demás? (revisad la historia
de la crisis latinoamericana de los 70-80). Milton Friedman, el gurú
neoliberal, tenía presta la respuesta: una insuficiente
liberalización y una excesiva intervención del estado que impedía
el natural desarrollo de las ‘bondades del mercado’. Y sí, era
siempre la misma cantinela, independientemente de los niveles de
liberalización (privatización) existentes1. Pero, ¿hay algún estado dispuesto a disolverse, atendiendo a los
deseos del tandem neoliberal Hayek-Friedman?
En
Madrid, nuestro particular tandem González-Lasquetty,
no ha operado de forma diferente, y sus argumentos justificadores se
rigen por el mismo patrón simplista. ¿Qué hace a estos argumentos
tan poderosos como para someternos a su voluntad, pese a los riesgos
más que demostrados? En mi modesta opinión, la explicación es la
misma que la que permitió hacer desaparecer hace 2 años la DG de
Salud Pública, o la que ha permitido ahora crear esta nueva DG de
Salud Privada: una cultura ferozmente individualista en donde lo
colectivo carece de valor y se ignora, cuando no menosprecia. Y esto
tiene su coste, en términos económicos y en términos sanitarios.
Nuestro mundo físico está plagado de ejemplos que demuestran que,
lo que vale para un individuo, no es aplicable a grandes colectivos
ni generalizable. Podemos coger la relación entre el tabaco y el
cáncer de pulmón, por ser de las más estudiadas y sin contestación
posible.
La
Salud Pública, disciplina de la medicina destinada a velar por la
salud de los grandes colectivos, sabe mucho de eso…;
sabe que una sociedad sana es más barata, no porque evite las
enfermedades, que no puede, sino porque investiga y busca los
elementos que favorecen o estimulan la aparición de enfermedades, y
propone medidas para eliminar y corregir dichos factores de riesgo.
Una dinámica que funciona en el medio y largo plazo y que conduce a
una menor prevalencia de enfermedades y por ende a menor consumo de
fármacos, menos transplantes, menos prótesis y, en general, una
mejor calidad de vida en salud y longevidad. Eso sí, a cambio de
pequeños esfuerzos que parecen destinados a amargarnos nuestra
plácida existencia en esa fortificada ‘república independiente de
mi casa’: no fumes, alcohol con moderación (o nada), no
trasnoches, haz ejercicio regular, evita el sobrepeso, no abuses de
los dulces, dieta equilibrada, condiciones de trabajo adecuadas,
iluminación, ventilación, etc. por no hablar de tener una vivienda
y una educación dignas. Una retahíla loable y de amplia difusión
siempre expuesta a la burla del ‘bon vivant’ y que, en el mejor
de los casos, parece destinada solo a mitigar nuestras conciencias,
mientras hacemos todo lo contrario.
Sí,
la Salud Privada nos va a hacer, probablemente, la vida mucho más
placentera como individuos. ¿Muchos dulces y luego diabetes? Tenemos
insulina, y si le molesta el pinchazo, estamos trabajando en
transplantes de páncreas… 25.000€ y 500€/año en fármacos.
¿Le gustan los fritos y tiene colesterol/triglicéridos altos?
Tenemos hipocolesterolemiantes, y si le producen neuropatía o
dolores musculares, estamos trabajando en nuevos
reguladores….500€/año ¿Le gusta comer y le sobran algunos
kilos, pero una dieta con ejercicio resulta muy exigente para su
natural apacible? Estamos trabajando en fármacos que inhiban su
centro del apetito…. 1000€/año. ¿Cáncer? Los nuevos
tratamientos diana individualizados que curen o mantengan silente su
dolencia están disponibles…. 12000€/año. ¿Tiene una enfermedad
congénita rara? ¡Vaya! Lo sentimos, no tenemos tratamiento todavía…
porque no sale rentable investigar su dolencia, son muy poquitos.
Podríamos
seguir y seguir con ejemplos ‘ad nauseam’. Es evidente que la
tecnología y los avances científicos pueden y están haciendo esto
posible y más; pero también que es un modelo basado, actualmente,
en el negocio y la rentabilidad y que, por lo tanto, supone a la
sociedad, como colectivo, un importantísimo gasto; además de ser la
causa de buena parte de nuestros problemas con el ‘concepto de
sostenibilidad’ del sistema sanitario.
Tras
una enconada resistencia a las primeras medidas de privatización
(que será objeto sin duda de estudio en años venideros) y de
batallar contra el muro de incomprensión levantado por
González/Lasquetty, nuestras fuerzas parecen
languidecer. En nuestra conciencia individual se abre camino la
resignación y, lo que es mucho peor, la DG de Salud Privada como mal
menor, como ilusión de una vida mejor. Pero ¡ATENCION!, que es una
ilusión falsa, que NO podemos ceder a ‘cantos de sirena’; que
aunque como individuos adinerados podamos permitírnoslo (si no
caemos arruinados en el intento), no tenemos garantías de que
nuestros hijos o nietos vayan a poder disfrutar de idéntico
bienestar; y que, desde luego, como sociedad nos arrepentiremos.
Seamos astutos y obstinados como el gran Ulises, en su objetivo de
vuelta a Itaca; pongámonos tapones en los oídos para no oír esos
‘cantos’ edulcorados de los Gonzalez, Lasquetty y Mato que nos
prometen las mieles de la Salud Privada…; y salgamos a la calle, a
los medios, a los tuits, a los blogs, a la huelga, a dónde haga
falta para defender la Salud Pública.
Daniel Bernabeu Taboada
Presidente de AMYTS
1 El milagro económico de Chile tiene mucho que ver con el cobre y su mantenimiento por la dictadura como sector público/estratégico.