Está
de moda hablar de gestión clínica. Y es que, como
dicen algunos, puede
utilizarse como un concepto vacío que realmente no signifique nada
en la práctica, sino tan sólo parecer que se hace algo. Pero
también puede ser un concepto
amputado, cuya funcionalidad no llegue allí donde debería llegar:
al protagonismo de lo clínico y de la clínica,
de los clínicos en definitiva, en la gestión de las organizaciones
sanitarias. Miren, si no, qué dice sobre gestión clínica la página
web de uno de los mayores proveedores públicos de asistencia
sanitaria en España, el
Servicio
Andaluz de Salud:
La
gestión clínica en el Servicio Andaluz de Salud es un proceso de
diseño organizativo que permite incorporar a los profesionales en la
gestión de los recursos utilizados en su propia práctica clínica.
La gestión
clínica pretende, según esta versión, descentralizar la
responsabilidad sobre el uso de los recursos limitados que se puedan
asignar a una determinada unidad asistencial sin que ésta,
previamente, tenga la posibilidad de, por ejemplo, rediseñar su
cartera de servicios para adaptarse a los recursos recibidos. La idea
de gestión clínica que se propugna en este caso no tiene alcance
estratégico, sino tan sólo alcance táctico para disfrazar la
irresponsabilidad que supone recortar el gasto y, a la vez, asegurar
que la prestación sanitaria no se va a ver afectada. A
pesar de los beneficios que la aparente cesión de protagonismo pueda
tener en los profesionales, no
se trata más que de una propuesta que nace amputada de raíz. No es
extraño, por tanto, que muchos profesionales no quieran ni siquiera
oír hablar de Gestión Clínica en este contexto.
Pero la
verdadera Gestión Clínica va mucho más allá, y sí que tiene un
alcance realmente estratégico: se trataría de recuperar el
protagonismo clínico en la gestión de los recursos, de las
instituciones y del conjunto del sistema sanitario. Frente a una
organización institucional en que los profesionales, que son la
verdadera "herramienta" específica e imprescindible para
la prestación de los servicios, están sometidos
al "ordeno y mando" de
la clase política de turno, la gestión clínica trata de traer al
centro no al paciente, sino a la relación del paciente con el
sistema sanitario, que se realiza a través de esos profesionales.
Que no sea ya el capricho político, la ideología de turno o los
intereses sobrevenidos los que gobiernen el futuro de un servicio tan
básico como es el sanitario, sino que los criterios clínicos, los
que nacen y maduran junto al individuo enfermo, tengan la fuerza
suficiente como para configurar la toma de decisiones en el ámbito
institucional. No pensamos otra cosa los profesionales cuando
hablamos de Gestión Clínica.
Y, además,
cada vez hay más evidencia en favor de esa necesidad. Las pruebas
apuntan al beneficio que aportan los profesionales sanitarios
experimentados en la gestión de las instituciones y los sistemas de
atención a la salud. Contemplando la certeza
que se extiende en el mundo empresarial sobre
la importancia de la experiencia práctica previa en la capacidad
para gestionar grandes empresas, en los últimos años se han
realizado diversos estudios al respecto en el mundo sanitario que
hablan de los beneficios que aporta la presencia de profesionales en
la gestión de las instituciones (lo que, en el ámbito anglosajón
se ha dado en denominar liderazgo
clínico):
- la Escuela de Economía de Londres (London School of Economics) ha encontrado relación entre la presencia de profesionales con trayectoria clínica en los órganos directivos de los hospitales británicos y mejores prácticas de gestión y resultados en salud
- la misma institución, en otro análisis, documenta esa misma relación tras un análisis de 1.200 hospitales en siete países occidentales
- en el ámbito norteamericano, otro estudio ha confirmado dicha relación en los cien mejores hospitales del año 2009
- aún más recientemente se ha encontrado que una mayor presencia de profesionales sanitarios en los órganos de dirección de los Foundation Trusts británicos se relaciona positivamente con mejores resultados en salud, mejores indicadores de calidad, mayor satisfacción del paciente y mayor eficiencia en el uso de recursos, estando todos ellos específicamente relacionados con la presencia de médicos y no con la de otros profesionales sanitarios.
Ha de
terminarse la época de la desconfianza institucional en los
profesionales. Frente a políticos que no alcanzan siquiera el
insuficiente en la valoración por parte de la sociedad, y a unas
leyes de mercado que, desbocadas, no obtienen los fines que la
sociedad se plantea como valiosos, el verdadero desarrollo de una
gestión clínica integral que se base en la recuperación del
protagonismo profesional y lo potencie se constituye en una verdadera
alternativa de mejora de los servicios sanitarios, una alternativa
que es, además, menos traumática que
las ocurrencias ideologizadas de algunos de nuestros políticos. No
es de extrañar que, precisamente, muchos de ellos no procedan del
mundo sanitario, a pesar de estar al frente de la responsabilidad de
los servicios de salud.