Dr. Daniel Bernabeu. |
¡Enhorabuena
a la Marea Blanca! No podemos empezar este nuevo número de la
Revista sin hacer un pequeño homenaje de agradecimiento y admiración
a ese movimiento sanitario, profesional y ciudadano que, bajo el
nombre de Marea Blanca, ha conseguido detener, al menos
momentáneamente, lo que parecía un drama inevitable: la
privatización de parte de la Sanidad Pública madrileña.
Se
cumple ya un año desde que este movimiento inició su andadura y
hemos aprendido mucho desde entonces. Lo más importante es que hemos
redescubierto valores y prioridades que parecían dormidas: la
Sanidad como bien común y como derecho inalienable, protegido de
tentaciones mercantilistas y de beneficio cortoplacista; el derecho a
disentir y protestar contra aquellos proyectos carentes de todo
fundamento y justificación, más allá de cifras retóricas e
inventadas; la integridad y honestidad como valores supremos que
deben caracterizar a un político, un ‘empleado público’ al
servicio de los ciudadanos.
Para
defender estos valores nos hemos enfrentado a los mismos políticos a
los que se les dio la confianza para dirigirnos, en un ejercicio de
madurez democrática y ciudadana del que creo debemos
enorgullecernos. Se han presentado innumerables informes con
alternativas a los planes de privatización promovidos desde la
Consejería de Sanidad; se han desmontado las cifras grandilocuentes
de ahorro sobre las que se justificaban; se ha ofrecido diálogo; se
ha ofrecido colaboración; en resumen, se ha actuado con un exquisito
talante democrático y ciudadano. La respuesta no pudo ser más
desoladora: menosprecio, soberbia, cerrazón, injurias, manipulación,
desprestigio,… Al punto de tener que recurrir a la Justicia como
única alternativa posible a este ‘absolutismo’ político,
convencidos de la solidez de nuestros argumentos y del millón de
ciudadanos madrileños que firmaron para rechazar los planes de
privatización.
Los
jueces nos han dado la razón hasta ahora y han detenido el proceso
de forma cautelar, en un respiro que se antoja definitivo, al menos
desde una perspectiva política. Y por si existía todavía alguna
‘impertinente’ duda hacia la justicia, también el informe de la
Comisión Nacional de la Competencia, sobre los procesos de
licitación para la provisión de la sanidad pública, ha sido
demoledor: no existe competencia, y el diseño de las licitaciones es
oscurantista y claramente ventajoso para las empresas, sin
salvaguardas suficientes para el interés público.
Aun
siendo todo ello motivo de alegría y euforia, debo confesar que un
amargo desasosiego y un creciente sentimiento de rabia me invaden.
Rabia por un año distraído de nuestras ocupaciones asistenciales
para tener que hacer frente a un negligente proyecto sin sentido.
Desasosiego porque en este año hemos visto cómo la Consejería, de
forma implacable, ha puesto en marcha medidas de acoso y derribo a la
sanidad pública como hasta ahora no se conocían: derivaciones
masivas de pacientes a conciertos privados, precariedad laboral
máxima, contratos por horas, recortes salariales, jubilaciones
forzosas, cierres de hospitales y de camas, infrautilización de las
capacidades asistenciales públicas... en un medido y programado
intento de destruir los cimientos del sistema público que
permitiesen ‘demostrar’ su inviabilidad e inoperancia,
justificando así las necesidades privatizadoras.
Tras
una batalla casi decisiva, queda hacer balance de este colosal y
desigual combate. Por un lado, las actuaciones de la Consejería han
dejado profundas heridas en nuestra Sanidad (desinversión,
desincentivación, desmotivación, precarización, hastío, estrés);
no me atrevo a decir que mortales, porque los profesionales
sanitarios vamos a poner todo nuestro empeño y mejor hacer en
cicatrizarlas, y en recuperar y mejorar el modelo existente,
garantizando su marco público y ‘sin ánimo de lucro’. Por otro
lado, la constatación de que la paralización judicial del proceso
de privatización, la oposición frontal de los profesionales
sanitarios y el millón de firmas ciudadanas no son suficientes
argumentos para reconducir el conflicto a zonas de entendimiento
sobre la base de proyectos realistas para la reforma y mejora del
actual SNS ‘no lucrativo’.
El
Consejero de Sanidad de Madrid, Sr. Fdez-Lasquetty, nos ha demostrado
que es un pésimo gestor, y que su obcecación es peligrosa, porque
ha antepuesto su orgullo y su ‘fin’, cual Príncipe de
Maquiavelo, al interés público y social. Por ello, no puedo sino
hacer un llamamiento a la responsabilidad y coherencia del Sr.
Fdez-Lasquetty, para que presente su dimisión y permita la entrada
de un gestor realmente comprometido con el modelo público de
Sanidad; dispuesto a mejorarlo desde el consenso, el respeto y la
participación.
Finalmente,
nunca podremos respirar tranquilos, y trabajar en armonía en
beneficio del paciente, si no se acomete de forma urgente e imperiosa
la despolitización de la Sanidad. Un consenso de gestión estable,
ajeno a las naturales alternancias políticas, basado en el estudio,
la reflexión y la evidencia, con las aportaciones de los mejores
expertos en cada campo y las naturales diferencias ideológicas, que
nunca fundamentalismos, se vislumbra ahora más necesario y
prioritario que nunca. Porque la Sanidad Pública ES de TODOS y para
TODOS, y no un negocio para unos pocos.
Dr. Daniel Bernabeu Taboada
Presidente de AMYTS