Dr. Miguel Ángel García |
Parece que en las últimas semanas se
ha reavivado una cierta polémica en torno a las vacunas, pero en una
doble dirección. Por un lado, por los debates en cuanto a su
correcta indicación y a si las recomendaciones se basan en
evidencias probadas de la efectividad de las mismas. Es esta la
discusión que se ha reavivado más reciente e intensamente en
nuestro entorno; sin embargo, es poco lo que podemos decir al
respecto, ya que lo necesario es aclarar los beneficios reales que
aportan para poder discernir si deben o no estar indicadas. Y en un
momento en que el gasto sanitario parece ser un problema para
nuestros gestores, eliminar las indicaciones no justificadas
supondría una importante vía de ahorro de recursos.
Para nosotros es más importante la
segunda polémica, por las amplias derivaciones que de ella pueden
seguirse. El hecho de que algunas familias se nieguen a vacunar a sus
hijos, en función de informaciones sesgadas y poco objetivas, nos
debe hacer reflexionar sobre el papel de los profesionales en la
indicación de las vacunas, y en el equilibrio de valores que es
necesario en cualquier actividad social.
La responsabilidad de los profesionales
es clara en cuanto al primer aspecto, ya que deben ser capaces de
transmitir la mejor información disponible en cada momento para que
los pacientes, y en este caso sus familias, tomen las mejores
decisiones en torno a la salud de sus hijos. Será la mejor manera de
desmontar mitos e informaciones sesgadas que expondrían a sus hijos,
en muchos casos, a riesgos innecesarios. Una vez hecho esto, aún
queda la toma de decisiones, que, en principio, corresponde a los
interesados.
Y a la hora de valorar la decisión
tomada por ellos, hace falta recordar tres valores que deberían ser
tomados en consideración:
- La libertad en la decisión. Efectivamente, facilitada la información, corresponde a los interesados (pacientes y/o familiares o tutores) la decisión de aceptar o no la indicación del profesional. La libertad es un valor muy importante en nuestro sistema social, un valor que el principio de autonomía refleja desde el ámbito de la Bioética. Pero no es el único valor (a pesar de lo que algunos iluminados parecen defender) ni el único principio a tener en cuenta.
- La responsabilidad de la decisión. Tratándose de una decisión, en nuestro caso, que afecta a terceros, no debe bastar que la decisión deja tranquilo a quien la toma porque “casa” con su filosofía de vida; su hijo o hija son quienes serán expuestos a los riesgos de la decisión tomada, y esto implica tomar la decisión en la mejor manera posible. Por otro lado, la decisión de no vacunar no expone a un riesgo excesivo a la persona concreta, dado que ese riesgo es bajo mientras un elevado porcentaje de la población esté bien vacunada. Habrá que cuestionar los padres que se nieguen a la vacunación si la decisión que toman es suficientemente responsable, cuando están dejando la seguridad de sus hijos en manos de la decisión de otras familias de vacunar a los suyos, sin contribuir por su parte a ese bien social que es conseguir una suficiente cobertura vacunal protectora.
- La seguridad de la opción tomada. No hay que olvidar que, por debajo de un determinado nivel de cobertura, el riesgo de epidemia afecta no sólo a los niños no vacunados (que, por supuesto, estarán en mayor riesgo), sino también a los niños vacunados. Las autoridades sanitarias deberán vigilar porque se mantenga ese nivel, por debajo del cual deberían tomar las decisiones necesarias para proteger la salud pública mediante la obligatoriedad de la vacunación, como ya ha ocurrido en algún momento. No es el médico el encargado de proteger el orden público, y la solución no puede ser, como se sugiere en algún otro lugar, la negativa a atender al menor, aunque sí se pueden tomar medidas de protección para el resto de los niños.
Libertad, responsabilidad y seguridad
son, pues, tres valores que deben estar en perfecto equilibrio en
cualquier decisión que se tome en el ámbito social. Y así podemos
contemplar, por ejemplo, que son los valores que fundamentan la
defensa de la libertad de prescripción del médico, una libertad
ejercida con responsabilidad y desde la máxima seguridad para
nuestros pacientes.
Ojalá que los tres valores, libertad,
responsabilidad y seguridad, caracterizaran también cualquier tipo
de medida que tenga repercusiones sociales. Y visto que un nuevo
gobierno va a hacerse cargo de nuestro país en un momento complicado
como el actual, ojalá también esos tres valores fundamenten su
tarea de gobierno. Y que los mercados que tanta influencia tienen en
la vida cotidiana empiecen a ser realmente libres, responsables y
seguros para todos los agentes que en ellos participan. Ahí tenemos
todos una gran responsabilidad, comenzando, por supuesto, por
nuestros propios gobernantes.